Los Orígenes de APAER: Un Sueño que Nació de la Solidaridad

En 1982, Noemí Arbetman, profesora de yoga de Villa Devoto, leyó un artículo en una revista sobre la niñez carenciada. Conmovida, decidió reunir a sus alumnas y proponerles ayudar a los chicos del interior del país, especialmente de zonas muy pobres como el Chaco. Enviaron treinta cartas a distintas escuelas rurales de la región, preguntando por sus necesidades. Solo cinco respondieron. Muchas de esas escuelas estaban en pueblos que ni siquiera figuraban en los mapas.

Una de esas respuestas llegó desde Pampa del Infierno, y pedía una bandera de ceremonias, alimentos, ropa y útiles escolares. Al viajar para hacer la entrega, se encontraron con una realidad que las marcaría para siempre: chicos caminando kilómetros para asistir a clases en escuelas de barro, con techos de chapa (cuando los había), sin baños, sin pizarrón ni bancos. Si llovía, llovía también en el aula. Fue ese impacto el que encendió el compromiso que dio origen a una red solidaria.

El inicio del padrinazgo

De regreso en Buenos Aires, comenzaron a enviar ropa, libros y útiles escolares que sobraban en sus casas. Las alumnas del gimnasio de Noemí se involucraron activamente: cada una eligió un “ahijado” al que ayudar. Luego se sumaron familiares, amigos y conocidos. Pero con el tiempo, la lista cercana se agotó y las necesidades seguían creciendo. Fue entonces cuando Noemí decidió escribir a los diarios buscando más ayuda. Este es el momento en el que las cartas de lectores empiezan a jugar un papel importante en la expansión de APAER. Las cartas escritas por Noemí y publicadas en los diarios (en particular, en Clarín) fueron una herramienta crucial para obtener apoyo y conectar a más personas con la causa.

Una maestra le había pedido un molino, y para conseguirlo escribió una carta que fue publicada por Blanca Cottacocinera y escritora— en su espacio de Clarín Revista. Esa publicación abrió una nueva etapa: la obra empezó a difundirse y a llegar a más personas. Con el tiempo, se estableció un sistema de padrinazgo que permitía no solo enviar materiales, sino también generar un vínculo humano a través del intercambio de cartas.

Expansión y presencia en medios

El proyecto creció con la fuerza del boca a boca y el eco de los medios. Noemí llegó a publicar 45 cartas en la sección “Cartas al País” del diario Clarín, contando la realidad de las escuelas rurales y pidiendo padrinos. También comenzaron a llegar pedidos desde otras escuelas, y se sumaron padrinos de todo el país… y del mundo: Venezuela, Estados Unidos, Australia. La visibilidad permitió que la red se ampliara rápidamente, conectando a más personas con ganas de ayudar.

Además de materiales, algunos padrinos aportaron recursos para obras de infraestructura. En 1986, por ejemplo, se construyó un anexo para la Escuela N° 450 en Pampa del Infierno con apoyo de Siemens. Otras construcciones y mejoras continuaron en distintas provincias.

Primeras cifras significativas

A principios de los años 90, el impacto de la red ya era inmenso. APAER había conectado a más de 5.000 padrinos con chicos de más de 1.000 escuelas rurales. Gracias al apoyo recibido, se habían construido 16 escuelas y mejorado muchas otras. Lo que comenzó como una iniciativa de un pequeño grupo de mujeres solidarias, se transformó en una asociación civil con sede propia y presencia nacional, que sigue trabajando incansablemente hasta hoy por una educación más justa y digna en zonas rurales.

La historia detrás de nuestra sede

Los inicios de APAER estuvieron marcados por reuniones llenas de entusiasmo y compromiso, llevadas a cabo en un departamento en la calle Ciudad de la Paz. Posteriormente, se alquilaba otro espacio en la misma calle, donde comenzó a gestarse un sueño: adquirir un lugar propio.
Con el esfuerzo conjunto de los voluntarios, algunos aportaron donaciones, otros préstamos, y uno de ellos incluso ofreció sus ahorros destinados al casamiento de su hija para hacer realidad este proyecto. Fue ese espíritu de solidaridad y trabajo en equipo el que permitió, finalmente, la compra del departamento en la calle Conesa, nuestra actual sede.

Un movimiento que perdura

Lo que comenzó como una acción de un pequeño grupo evolucionó hacia una red solidaria que trabaja por mejorar las oportunidades educativas en comunidades rurales.
Durante 43 años, padrinos, donantes, voluntarios y comunidades rurales han unido esfuerzos para brindar a miles de chicos las herramientas necesarias para construir un futuro más digno.
Tras todos estos años de labor ininterrumpida, seguimos trabajando con el mismo compromiso y convicción que inspiraron su creación, siempre fieles a nuestra misión.

Nuestro homenaje a Noemí Delellis de Arbetman, Fundadora de APAER.

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